Juan Jorge Faundes
(en Punto Final, mayo-junio 2009)
"En el mismo sitio donde se
dé la batalla y se obtenga la victoria, se levantará un Santuario a la Virgen del Carmen, Patrona
y Generala de los Ejércitos de Chile...” (Bernardo O’Higgins).
Que la foto de
Michell Bachelet encaramada en un tanque la haya catapultado a la Presidencia de la República , sólo confirma
que desde el inconsciente colectivo de los chilenos la política está
determinada por el arquetipo de la
Reina de Espadas. La carta me salió (entre espadas y cálices)
como lo arraigado en el inconsciente del país. En efecto, los principales hitos
de nuestra historia están marcados por esta carta.
En 1535, la Reina de Espadas fue la
princesa inca Ñusta Huillac quien encabezó una rebelión en contra de Almagro. Juana
de Arco del Tawantisuyo, sus hazañas bélicas le valieron el apodo de La Tirana del Tamarugal. El
fraile Antonio Rendón levantó una capilla en el lugar de su ejecución,
llamándola Nuestra Señora del Carmen de La Tirana. Es el origen de la
fiesta que hoy congrega allí a más de doscientos mil peregrinos cada 16 de
julio.
Durante la Conquista , la Reina de Espadas fue Inés de
Suárez. Relata Pedro Mariño de Lovera: “…
comenzaron también los siete caciques que estaban presos a dar voces a los
suyos para que los socorriesen libertándolos de la prisión en que estaban. Oyó
estas voces doña Inés Juárez, que estaba en la misma casa donde estaban presos
y, tomando una espada en las manos, se fue determinadamente para ellos y dijo a
los dos hombres que los guardaban, llamados Francisco Rubio y Hernando de la Torre , que matasen luego a
los caciques antes que fuesen socorridos de los suyos. Y diciéndole Hernando de
la Torre más
cortado de terror que con brios para cortar cabezas: señora, ¿de qué manera los
he yo de matar? Respondió ella: desta manera, y desenvainando la espada los
mató a todos con tan varonil ánimo como si fuera un Roldan, o Cid Rui Días…” El
óleo “Doña Inés de Suárez”, de José Mercedes Ortega Pereira, donde aparece
dirigiendo a la tropa espada en mano, nos muestra la batalladora estampa de esa
mujer que nuestro inconsciente colectivo desea: la madre protectora que con fuerza
e inteligencia, pone orden en la
Patria.
La necesidad
nacional de una Reina de Espadas se refleja también en la devoción militar,
política y civil a la Virgen
del Carmen, Reina, Patrona y Generala de Chile. José de San Martín la declaró
oficialmente “Patrona del Ejército de los Andes”, y colocó su bastón de mando
en la mano derecha de la Virgen. En
vísperas de la batalla de Chacabuco, Bernardo O'Higgins la proclamó
"Patrona y Generala de las Armas Chilenas". El general Manuel
Baquedano, tras la guerra del Pacífico, colocó la espada victoriosa en sus
manos. Desde el 16 de julio de 2007, su día es feriado nacional por ley de la República. La
versión chilena de la Virgen
del Carmen no es la mansa y doliente madre de Jesús, sino una versión guerrera:
la Tirana del
Tamarugal, doña Inés de Suárez, la Reina de Espadas endiosada
en los altares.
Mientras una
potencia mundial como los Estados Unidos alza como símbolo de su identidad la Estatua de la Libertad , nosotros
parecemos necesitados de una generala, de una patrona, de una reina (¿los
ingleses de América?); de una mujer que dirija nuestro destino, que actúe en
lugar de nosotros; que dé la pelea
contra los invasores; que corte las cabezas de nuestros enemigos; que abogue y
canalice el poder divino. Que corra el riesgo.
La sociedad
chilena está necesitada de un destete: Al final de la novela del escritor
inglés Sir James M. Barrie, Peter Pan y
Wendy. La historia del niño que no quiso crecer…, al ver Wendy que en el
País de Nunca Jamás no era posible crecer y que Peter Pan no asumía sus
responsabilidades, regresa a su hogar, pero le promete al niño perpetuo que
cada primavera vendrá a limpiarle y ordenarle la casita. Chile, ¿un país con el
síndrome de Peter Pan?
Así parece. Pero
el Dos de Copas nos señala que hay un proceso de maduración que debe vencer los
prejuicios y sectarismos que nos estancan (Cuatro de Espadas). Y un personaje
sanguíneo, agresivo, inteligente y racional, audaz, El Caballero de Espadas, ha
entrado en la escena a enfrentar al arquetipo que nos infantiliza. En el futuro
inmediato se posicionará en forma de Paje de Espadas. ¿Al servicio de quién? No olvidemos que los pajes son criados y
tienen un amo. Un Ocho de Espadas nos
responde que sólo es producto de la frustración del pueblo. Por su parte, La Templanza y La Papisa , ambas invertidas,
indican que el campo político seguirá conflictuado y con ausencia del “principio
femenino”. Este es distinto a la
Reina de Espadas y más próximo al “mundo gilánico” que
anticipa Riane Eisler en El Cáliz y la Espada , donde “los
seres humanos son bondadosos, los hombres son pacíficos y el poder de la
creatividad y el amor —simbolizado por el Cáliz sagrado, el santo receptáculo
de la vida— es el principio supremo”. Así sea.